Y no os confundáis…no seré yo quien enarbole la bandera del feminismo ni la paridad política. Que no, que no. Que a mi me duele la boca de criticar lo que hizo Zapatero con el «supuesto reparto justo» de carteras ministeriales entre tíos y tías. Dije que era ridículo y me ratifico. No creo que la valía política resida en el sexo. Pero eso es una cosa, y otra, la dictadura de la imagen.
El precio que pagan las mujeres políticas en el terreno personal es muuuuy alto, porque están sobreexpuestas a una opinión pública que no debería traspasar los límites de lo puramente profesional. ¿Creéis que Albert Rivera, Luis de Guindos, Jose Ignacio Wert, Pablo Iglesias, Mariano Rajoy o Pedro Sánchez se levantan dos horas antes que sus compañeras de partido para arreglarse? NOOOOOOO…por supueeeesto que noooo. La pregunta es : ¿y deberían hacerlo? Tal vez no, para qué. Total, ésto de la política es como las bodas; nadie se fija en el novio. Pero en ellas..¡¡ay en ellas!!!…vaya si se fijan!. Y os digo una cosa; hay que tener un paraguas muy, muy grande para ser política, ser el centro de todas las miradas y que el chorreo no te cale hasta los huesos. Hay que estar hecha de una pasta especial para que, digan lo que digan, a tí, plin. ¿O NO?…
Un ejemplo: Teresa Fernández de la Vega. No me hubiera gustado en su piel cuando era vicepresidenta del gobierno (juro que lo de la piel no va con segundas) . Independientemente de las filias y fobias políticas que suscitara, no me negaréis que su pelo, sus arrugas, su delgadez, su cuello y sus chaquetas fueron «trending topic» día sí y día también.
(Fuente: Elmundo)
Otro ejemplo: Soraya Sáenz de Santamaría y el famoso posado que hizo en el diario El Mundo, descalza y tirada en el suelo a lo femme fatale …¡la lió parda!…¡ella!…con lo discretita que va siempre…(para una vez que mato un perro, diría)…
o el que hicieron para Vogue las ocho primeras ministras socialistas «de la paridad». Si no se estuvo hablando un mes de la famosa foto de las chicas Zapatero derrochando glamour (o intentándolo) en los jardines de Moncloa, poco faltó.
Por no hablar del revuelo que se armó cuando Carme Chacón se presentó con su esmoquin (y un par) en el desfile de la Pascual Militar.
Pues bien, si yo hubiera sido Teresa Fernandez de la Vega, Soraya Sáenz de Santamaría, una de las ocho ministras de Zapatero o Carme Chacón, os juro que no habría salido de la cama EN-SE-MA-NAS por la depresión. Claro, que afortunadamente no todas son tan sensibles, sugestionables e inseguras como yo, que soy capaz de volver a casa a cambiarme de ropa si la madre más tonta del colegio me dice (con ese «tonito» de buen rollo que por supuesto no cuela), que los vaqueros me sientan mucho mejor porque «ahora los lleno». LA MUY…Pero a lo que iba…¿creéís que una política debe ser guapa…o al menos estilosa? ¿dónde está el punto de equilibrio?…si se arregla mucho y está muy pendiente de su imagen (como Fernández de la Vega, por ejemplo) MALO…es una frivolidad. Pero si no lo hace, si no se maquilla, va con vaqueros baratos, le importa un pito que las gafas estén desfasadas, no se abrasa el pelo en la peluquería cada dos días y encima da una rueda de prensa vestida con look «quechua» (como por ejemplo Mónica Oltra), PEOR. ¡¡¡¿Entonces, QUÉ?!!! ¿qué hay que hacer para que te dejen en paz?¿ir simplemente «correcta?¿subyugarte a los estereotipos?¿desmarcarte de los tópicos?…¿hay que ser complaciente con la sociedad o fiel a una misma?
Os contaré algo: la ex presidenta Fernandez de la Vega tenía TODOS los días del año un equipo de estilismo en su casa a las 6 de la mañana para que la maquillasen y peinaran. La ex ministra Elena Salgado (la del tabaco) se plantaba a las 8 de la mañana en el Marco Aldany de su barrio para arreglarse el pelucón. Y Leire Pajín anduvo desquiciada porque su pelo era graso y debía lavárselo TODOS los días de su vida si no quería ser despedazada en las revistas cachondonas del cuore que todas nos compramos para regodearnos con las lorzas y la celulitis de las famosas (si es que somos malaaaaas) Bueno, pues ellas solo son un 3% de las mujeres políticas que cada día invierten VOLUNTARIAMENTE dos horas diarias, sí, DI-A-RIAS, en pro del look.
Dos horas que se quitan de su tiempo, de su familia, de su descanso…de su vida. Y creedme, es un infierno. Lo sé por experiencia; no porque yo tuviera que comparecer en rueda de prensa o presentar una enmienda en el Congreso, sino porque la tele (donde he estado trabajando 21 años), te obliga a pagar el peaje de chapa y pintura cada día que vas. Que sí, que ya sé que no es lo mismoooo…que la tele es imagen, que nadie me ha puesto un puñal en el pecho para que fuera presentadora, que podría haberme rapado el pelo para tardar menos y que oye, al fin y al cabo te están haciendo un favor, porque a ver quién es la guapa que sale en pantalla con la cara «lavá». Vale, la tele es así…y las dos horas diarias de maquillaje y peluquería forman o han formado parte de mi trabajo…
Lo que no tengo tan claro es que las políticas deban plegarse a semejante calvario. Porque su tiempo vale tanto como el de cualquiera. Y esas mujeres seguramente tienen hijos, perro, amigas, maridos o amantes…alguien importante en sus vidas; alguien a quien hablar, besar, contar, tocar o escuchar en vez de dedicarle esas dos horas de su tiempo a «chapa y pintura»… ¿Y todo por qué? ¿De verdad no preferimos políticas profesionales a políticas «pintonas»? Ayer me enteré de que la candidata de Compromís, Mónica Oltra, una de las políticas más vapuleadas por no cuidar su imagen , tiene CINCO hijos.
Y yo dije «ole, ole y ole»…Olé por no robarle tiempo a su familia para ir a la peluquería, olé por poner en valor su formación, no la imagen y olé por lucir camisetas ajustadas con slogans reivindicativos (que de verdad, a mí me traen al pairo), porque lo que le importa es que se lea el mensaje, no el michelín.
Así que ¿sabéis qué pienso cuando veo a la señora Oltra con esa imagen de mujer absolutamente normal, con gafas de mujer normal y con el pelo lacio y «normal»?..que al menos ella sale en la tele porque ha hecho política, no como otros, que hacen política para salir en la tele.